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Cazando Mitos de la Convivencia Nº1: “Los jóvenes de hoy no respetan a nadie…” – Convivo

Cazando Mitos de la Convivencia Nº1: “Los jóvenes de hoy no respetan a nadie…”

“Nosotros en cambio derechitos… una sola mirada y obedecíamos.”

 

Descripción del mito


Creencia que deja ver que las antiguas generaciones de jóvenes eran mejores que las actuales, más respetuosas, ordenadas y obedientes.

Es utilizada habitualmente para explicar la dificultad e inefectividad en la gestión disciplinaria y –en ocasiones- académica con adolescentes y jóvenes.

Califica a la juventud actual como irresponsable, falta de respeto, desordenada, egoísta, desinteresados por su futuro.

Consecuencias para la convivencia


  • Sentimiento de superioridad moral de adultos respecto de jóvenes.
  • Desmotivación docente
  • Bajas expectativas hacia los jóvenes
  • Mala disposición y dificultad comunicativa
  • Debilidad en liderazgo docente
  • Escasa resolución de conflictos.

Desmitificando 


Es difícil no concordar con la creencia a la base de este mito, debido a que son muchos los adultos que coinciden con tal diagnóstico de la juventud actual. Sin embargo, cuando intentamos identificar representantes de este pensamiento adulto, encontramos algunos que, sin ser nada de contemporáneos con los adultos de hoy, hacen una caracterización similar; pese a que observan y describen contextos sociales e históricos totalmente distintos. Esto indicaría que responde más bien a una disposición, más o menos generalizada en la adultez, y que colisiona con la nueva cultura juvenil con que le corresponde convivir.

“Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros”

(Sócrates 400 a.C.)

“¿Qué les pasa a nuestros jóvenes? No respetan a sus mayores, desobedecen a sus padres. Ignoran las leyes. Hacen disturbios en las calles inflamadas con pensamientos salvajes. Su moralidad decae. ¿Qué será de ellos?”

(Platón 400 a.C.)

“No veo esperanza para el futuro de nuestra gente si dependen de la frívola juventud de hoy en día, pues ciertamente todos los jóvenes son salvajes más allá de las palabras… Cuando yo era joven, nos enseñaban a ser discretos y respetar a los mayores, pero los jóvenes actuales son excesivamente ofensivos e impacientes a las restricciones.” (Hesíodo 700 a.C.)

 

 

El mito en la Escuela


Probablemente sigue existiendo desde los adultos, de manera más o menos consciente- una expectativa de “obediencia” sobre los estudiantes, asociada a respuestas bajo estilos de poder, que siendo altamente efectivos en el ejercicio de la autoridad hace algunas décadas -2 o más-  hoy no logran generar el resultado deseado. El educador (a), los padres y madres, ya no tienen poder sobre los jóvenes –e incluso niños- por el sólo hecho de ser educador, padre o madre, respectivamente.

Hemos complejizado el mundo y con él sus comunicaciones –nosotros los adultos-, hemos investigado y “validado científicamente” nuevos conocimientos sobre el desarrollo humano, su psicología y educación; hemos enarbolado nuevos valores, entre los que destaca la democracia, los derechos humanos,  el liderazgo y el desarrollo del pensamiento crítico; todo esto a tal punto que los hemos hecho parte de nuestra estructura curricular en la escuela… y ¿nos extrañamos que los jóvenes no “obedezcan” a la autoridad, sólo por provenir de adultos?

En mi opinión, y desde mi experiencia docente y recogiendo experiencias de otros educadores, creo que los jóvenes sí son respetuosos, pero no siempre ni con cualquier adulto.  Lo son con quien es capaz de observarlos y escucharlos en su particularidad; con quienes entienden que son distintos a lo que uno era cuando joven, pero al mismo tiempo recuerdan que hemos sido similares en ímpetu y energía vital; con quienes no se confían de la autoridad conferida por las canas, sino que buscan liderar con el ejemplo, con humildad –porque sabe que no todo lo sabe- con dedicación y apertura de aprendiz. Sí de aprendiz porque ellos también nos enseñan, un mundo nuevo, con lenguajes y valores que necesitamos re-conocer para ajustar nuestros programas a las necesidades de los jóvenes.

Por último, señalar que basta con observar, probablemente en su propia comunidad educativa, cómo determinados estudiantes o cursos completos, por todos calificados de “sin respeto”, “terribles”  o “desordenados”, con determinados educadores (as) se comportan con respeto –no me refiero al efecto que genera el miedo o amenazas sino a respeto genuino-, con admiración, con condescendencia y empatía. Si lo hacen con uno siquiera, es porque no son irrespetuosos, al menos no “per se”, por lo que se debe mirar la necesidad de disciplina como una problemática relacional, dónde las partes involucradas deben abrirse a revisar sus prácticas, y no caer en responsabilizar a sólo  una de ellas por tipo el de relación configurado.

Y en definitiva ¿Es mito o realidad?


En efecto la juventud es, en algunos casos irrespetuosa y desobediente, sin embargo estos atributos no son una característica propia de los jóvenes de hoy, sino más bien han sido una constante de este grupo etario, descrita a lo largo de la historia. En la actualidad referir a los jóvenes de modo descalificativo y señalar que son una generación peor que las anteriores, es más bien a una apreciación de adultos, más o menos alejados de su experiencia de juventud e influidos de la frustración que han cultivado  en el ejercicio inefectivo de autoridad ante ellos, probablemente, por continuar depositando expectativas de comportamiento correspondientes a patrones culturales que han perdido su vigencia; derivando en debilidad de liderazgos, falta de legitimidad y desgaste emocional, especialmente para educadores.

 

Desafíos para desaprender


Lidere con el ejemplo: cumpla siempre con lo que exige -puntualidad, respeto, control emocional, etc.-, y clarifique el objetivo que persigue, de lo contrario no conseguirá el objetivo formativo ni tampoco legitimarse ante los estudiantes.

Escuche y ábrase a sugerencias de mejora: deje espacios de conversación, confianza  y retroalimentación sobre su práctica. Si bien usted ha sido el adulto formado para educar, es fundamental saber cómo nos ve el destinatario de esta práctica.

No olvide que hay una distancia semántica que salvar y usted debe liderar en reducirla con empatía: a veces algo que para usted podría resultar insultante, para un adolescente podría tener un significado muy distinto y coherente con su etapa del desarrollo, reafirmación identitaria y sentido de pertenencia: uso de un gorro, una pulsera, forma de caminar o algún modismo verbal o gestual, etc.

Converse con sus colegas: si con aquellos que han tenido mejores resultados con jóvenes e incorpore prácticas que han demostrado efectividad, obviamente adecuándolas a su propio estilo.

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